domingo, 19 de mayo de 2024

Volver

El nombre de este post, es un tango que me encanta. No tiene mucho que ver realmente pero quería mencionarlo.

Estoy escribiendo esto en la casa de un tío cerca de Montenegro, Quindío. Tuve la oportunidad de hacerlo porque algunos familiares fueron al pueblo y yo no cupe en el carro. Es la primera vez desde que escribo (Sé que han pasado al menos seis años desde mi último post), que lo hago rodeado de naturaleza y muchos pájaros cantando. Se siente lindo, es algo nuevo. Nerón, su perro más ancianito, está acostado al lado de mi silla.


Quiero agradecer a esa persona que, sin conocerme ni haber hablado antes, me escribió diciéndome que había leído mi blog, que le gustaban mis entradas y que debería volver a escribir. Sé que la validación de los demás no debería ser el impulso para hacer las cosas, hace un tiempo (años) venía pensando en que quería escribir otra vez, pero no lo había hecho porque uno siempre busca excusas, la más común era tipo “ya no escribo como antes, ya no me fluye”. Pero, así como van leyendo este texto, creo que lo importante es no forzarse, que todo esto va saliendo naturalmente, y creo que, aunque he perdido forma, me siento cómodo haciéndolo. Lo importante es agradecerle a esa persona por el empujoncito para volver aquí hoy…

 

Estoy próximo a cambiar de vida. Suena grande eso. Me voy a vivir a un país bien lejos. Y aunque suene a algo muy normal, estoy aterrado con la idea. No es que esté dudando ni que crea que no es el camino, es que es la primera vez que salgo del país. Es pura ansiedad pensar en qué tal será el proceso, ansiedad pensar en que todo salga bien con migración, con las escalas, con los vuelos y el itinerario, con ese salto al vacío. Bueno, estoy siendo fatalista. No es un salto al vacío, llego al país destino con muchas cosas definidas, tengo conocidos allí, no llego a estar solo y eso es una ganancia enorme. Hace un tiempo vengo con la convicción de que si algo en la vida (cambios de casa, empleo, decisiones en general) se da sin trabas, es porque ese es el camino correcto, o al menos el camino en que vas a aprender, en que te vas a salir de tu zona de confort y seguramente habrá importantes aprendizajes. Así se ha dado todo con este proceso, y por lo mismo confío en que todo seguirá de la mejor forma, aunque sienta que pueda asustarme la idea de irme.

Todo el tiempo es perfecto, quiero decir, cada cosa va pasando en el momento perfecto, en el momento justo, cuando la vida (Dios, el universo, esa energía superior. Siéntase libre de poner aquí su creencia) sabe que uno está listo para dar el salto, pero no al vacío. Cambiemos la idea del salto al vacío, porque todo lo que precede un cambio de tales proporciones, está verificado por todo lo que se ha hecho hasta el momento, y estoy hablando de todo, todo lo que uno ha logrado vivir, de la mano de todas las personas que tiene alrededor en todos los ámbitos de la vida. Es un salto, pero a la expansión, al crecimiento, a enriquecer la vida, a soñar.

 

Hace unos días le comentaba a mi hermana que estaba un poco aterrado con todo el amor que podía sentir de las personas que tengo alrededor. Mis papás, ni hablar. Ellos son una fuente infinita de amor que uno ni alcanza a dimensionar. Hablo de los compañeros de trabajo, los jefes, los compañeros de vida con los que uno se encuentra en la cantidad de cosas que hace. Esa gente con la que uno comparte día a día y que no son familia, no tienen como nada que deberle a uno, pero aun así le llegan al alma, con palabras, gestos, regalos. Quiero igualmente meter en este grupito a esos tíos y primos que son además amigos, compinches, camaradas. Hermosos obsequios de la vida.

 

Hablemos un poquito de merecimiento, porque estamos acostumbrados a pensar que no merecemos muchas cosas. Eso me ha estado pasando con todo lo mencionado en el párrafo anterior. Va un poquito de la mano con el valor propio, y es que con todo eso que me dicen yo a veces pienso que no soy tan merecedor, porque considero que el valor que tengo es corriente, no sé si esté siendo claro. Es como que uno siente que no hay nada sobresaliente en uno, y cuando llegan a decirle todas estas cosas tan maravillosas, uno como que queda aterrado, absorto, anonadado. ¿De verdad? Hombre… Sí, es verdad, merece uno eso y más, porque se da uno mucho palo sin reconocer muchas cosas, cosas que por fortuna son reconocidas por otros, y el gran regalo es que se lo mencionen a uno. Tengo que decir que hay mucha gratitud de mi parte, todo lo que pienso que me hace sentir que no merezco, no llega a borrar la gratitud que siento con la vida y con las circunstancias, porque me permite reconocer que todos están aquí conmigo para enriquecer esta hermosa vida que estoy llevando.

 

No quisiera alargarme mucho más, creo que ha sido un buen regreso a este blog, y además quiero dejar otras ideas que tengo por ahí para las próximas entradas. 

 

Espero volver pronto y te agradezco a ti que llegaste hasta aquí, de verdad, gracias por leer.

 

 

domingo, 10 de junio de 2018

Somos grandes.


Es domingo.
Se me dio un día más tranquilo porque la logística de un paseo programado no cumplió su labor. Estoy en casa. Huele a aguapanela recién hervida y los recuerdos de casa llenan mi lugar, como cuando la aguapanela la hacía mi papá y uno esperaba desayuno en la cama. Fueron los mejores años, así uno soñara con irse rápido, así uno quisiera cumplir la mayoría de edad pronto para tener más libertades, así uno quisiera acabar rápido la universidad para poder trabajar y valerse por sí sólo, así uno quisiera ir alcanzando todos esos logros que desde pequeño le enseñaron debían ser los cuales alcanzar, así uno dejara a un lado lo que siempre soñó, hasta olvidarlo. Fueron los mejores años porque uno conservaba vivo el niño interior, esa chispa que permite sonreír con mayor frecuencia, ese indescriptible atardecer que se funde con una noche estrellada y verifica nuestra grandeza, ese ser que siempre será una muestra clara de lo que somos, o debimos ser. Se alcanzan los logros, hay algo parecido a la felicidad que llega como los ríos al mar a llenar esos momentos, ahora lo dudo porque ya no estoy seguro de si era realización personal o la alegría regalada a mis seres queridos. Esto está bien, esto está mal. No hagas esto, haz esto otro. Esto no debe ser así, las cosas son así. Nunca digas esto. No. No. No.

<< Antes de seguir, no quiero culpar a nadie. No creo que uno sea educado para que pierda el rumbo, esa no es la intención de nadie, pero también exijo entendimiento cuando pretenda retomar el camino del que fui desviado.>>

Así se va la vida. Hay tanta presión desde pequeños, que hasta hace unas generaciones les obligaban a los zurdos a escribir con la derecha. Entonces vas creciendo, vas perdiendo. Serás formado como una fotocopia de lo que es ideal. Tienes que ser alguien en la vida. Te cortan las alas a punta de correcciones. Ellos hacen lo que es mejor para ti. Por qué no mejor intentar esto otro. Es mejor ir por el camino que ya recorrieron otros y que, por supuesto, tuvieron éxito. <<Pero es que yo no soy ellos, yo soy yo.>>
Los logros siguen llegando, pero dejas de considerarlos propios. Admiro a las personas que tienen mayor libertad. Conservan su camino, reciben apoyo y a pesar de su similar formación, les es más fácil enrutarse de nuevo, no se sienten perdidos, tienen el camino soñado guiados por su niño interior.

A veces digo que me faltó coraje para enfrentar lo impuesto y luchar por lo deseado, pero la verdad es que nunca tuve muy claro qué era lo deseado. El olvido fue tan amplio que solo pude ver que la mejor opción era una de esas en que lo encasillan a uno, una de las fotocopias que antes menciono. Hoy, después de enfrentar todo eso que deseé cuando apenas empezaba a conocer la libertad, puedo dar fe que no tomé la mejor decisión. Se entiende que es muy valioso, en este mundo y en esta sociedad, tener una carrera universitaria (Hay que estudiar una carrera que le dé para comer y para sobrevivir) que permita tener las comodidades merecidas. <<No es cierto. Hablo como la fotocopia. Sé, ahora, que la mejor opción es esa en la que uno es feliz y disfruta. >> Y es ahí cuando vienen las rupturas. En algún momento, durante mis estudios universitarios, tuve la intención de no continuar, sinceramente no tenía otra opción en mente, sólo sabía que esa no era. Continué, por decisión ajena, por mi bien. << Por mi bien hubiera dejado hasta ahí. >> Terminé, con varios tropiezos, realizando por los laditos esas actividades que en verdad me llenaban de gozo, tuve que dejaras, igual.
A veces no es tan fácil saltar al vacío y tener convicciones de todo eso que va en contra de lo que nos enseñaron. Siento que me falta también coraje para entender qué es eso que está dentro de mí y que me va a mostrar la luz que debo seguir. << Sentirse perdido es un sentimiento que no deseo a nadie. Es muy hijueputa estar sin ni siquiera sentirse con valor propio.>>
El vacío es una masa amorfa que te envuelve y te hace tener infinidad de sentimientos. Me sumé a esa masa gracias a una decisión un poco forzada pero que me permitió dejar atrás eso que no me gustaba del todo. <<Creo que la cagué un poco para llegar a ello, pero nada es casualidad.>> Esa decisión afectó a las personas alrededor, todos esperaban mucho más de lo que podía (o quería) dar. Entonces hubo una ruptura y todavía no me reconcilio con la idea de ser profesional. No en lo que soy. El ser exitoso lo tenía tan satanizado que me enfrenté a todo lo contrario.
Caer, perderse, desconocerse, ser juzgado, señalado, decepcionar…
<<Teníamos que llegar a esto tarde o temprano, pero ¿Para qué tener que pasar por todo ese proceso si era algo evitable que ahorraría disgustos?>>
Manos amigas llegan siempre, y no lo pensemos tan literal. Regaños, consejos, empujones, refugio. Soy afortunado por contar con los amigos que tengo, esos que, siendo clichés, se cuentan con los dedos de la mano. Hermanos de sangre y de la vida. Uno no podría soportar tanto sólo, siempre es más liviano todo con su compañía.
Me perdí, me encontré, hui de mi realidad. He llegado tan lejos en la incertidumbre que volver va a ser una tarea difícil. Me fui mar adentro, sin marcar una ruta en el mapa, sin rumbo, como si volver no fuera importante, como si fuera un viaje sin retorno y lleno de olvido. Hay faros, muchos faros por todo el trayecto, unos cerca, otros lejos, pero siempre hay faros. Están ahí para reafirmar que, aunque hay adversidades, siempre habrá luz, siempre habrá un camino, siempre habrá nuevos tesoros por perseguir y nuevas rutas por recorrer. Navego en días nublados y fríos, mis preferidos.

Más que desconocerse, creo que es la presión social la que hace que uno no entienda las decisiones que a veces toma, entonces yerra y se siente mal, pero no es por lo realizado, es por ellos, los que esperan de ti. Pasó también con alguien cercano y a quien yo juzgué también. al principio, como todos, esperando cosas de la gente. Ella decidió irse, quería cumplir un sueño, vivir otras cosas o lo que sea por lo que haya decidido irse. Se fue incluso después de tener mucho éxito como profesional, la diferencia conmigo es que a ella sí la llenaba de pasión su labor. Sus planes eran unos, pero la vida le mostró otros y entonces todo fue cambiando, y ahora, a pesar de todo lo que queríamos que hiciera, está en una realidad completamente diferente y es feliz. Eso es lo más importante de todo, ser feliz <<Me siento todo Coelho, aunque sí me gusta como escribe.>>
 Al final, eso es lo que hace que la vida tenga sentido, que después de dejar el niño interior por un tiempo, cuando ya somos grandes, tengamos la capacidad de encontrar el camino nuevamente, entender por qué estamos caminando hacia determinado norte, mientras el suelo cambia y a veces nos es difícil soportarlo. Aquí estamos, con lo que se necesita para vivir, con la tenacidad para enfrentar la realidad, pero con una decisión importante por tomar. Está en nuestras manos poner un límite a lo que realmente buscamos, pero, más importante, es buscar eso y tenerlo claro, consciente e interiorizado. Conocernos. Amarnos. No importa si no los complacemos.
Para terminar, uno de los faros más importantes que ha pasado por mi vida me enseñó lo siguiente:
El amor es la comprensión profunda que me lleva a aceptar, dar lo mejor, apoyar, valorar, respetar y agradecer por todo lo que pasa en el universo.


PD. Creo que hay errores de redacción, gracias por la debida corrección mental de cada uno, y disculpas por ellos.

sábado, 15 de abril de 2017

Somos Luz.



El tiempo hace de las suyas y confabulado con el destino, entrelaza caminos que llevan a un sinfín de vivencias. Un perfecto “esto debe ser así” se repetía con cada altibajo.

Caminó, se perdió. Entró al bosque oscuro de chamizos altos y pedregoso suelo; recorrió cada rincón en trayectos circulares y viciosos que fueron opacando la verde mirada. Estaba sin luz.
Entre realidades y fantasías se construyeron túneles destellantes que parecían salidas, corrió tan rápido como podía, siempre llegando hasta casi alcanzarlos, eran espejismos. Se cansó de buscar en los rincones, en las copas de los árboles, en muchas miradas, manos, sonrisas, abrazos… en el horizonte. No podía dar cuenta de qué era lo que lo rodeaba y tampoco sabía quién era. Confundió siempre las brisas con buenos vientos y se dejó deslumbrar por la orilla, sin conocer aún la grandeza del mar.
Siguió su camino como se lo indicaron los que saben, con las mismas costumbres, prejuicios, creencias y certezas. Los cambios son los más difíciles de vivir, los que cachetean y hacen salir de la zona de confort. Perdió la esperanza o, al menos, esta se opacó; creer en las cosas que nunca había vivido le costaba, no había certezas. Entonces la vida impuso sus condiciones, le mostró lo que significa conservar tradiciones y lo que significa romperlas. Tomó riesgos.
Cambios, siempre, esos que te sacuden y te hacen vivir. Se fue de casa. Empezó a vivir lejos de los que saben, sintiendo en carne propia, errando, sufriendo, disfrutando, llorando y riendo. Sólo, como se debe en toda ocasión en que se aprende a ser feliz. El arte, que lo acompañó muy de cerquita un buen tiempo, dejó de estar; mientras estuvo fue de los mejores compañeros que cualquier persona puede desear en cualquiera que sea su materialización; ayudó siempre a sobrellevar los momentos cegados por excesivo pasado, ansiedad de futuro y disperso presente, ayudó a encarnar otras vidas con las cuales identificarse, sentirse miserable, afortunado, desdichado y orgulloso. Le hizo entender y comprender un poco más de lo que es la vida. Luego, sin arte, se vio obligado a encontrar otras formas de sentir, otras formas de vivir, olvidando el pasado y el futuro, viviendo el hoy, confiando en la ruta destinada que siempre es la mejor, recordando el “esto debe ser así”. Encontró formas de seguir disfrutándose como cuando encarnaba otras vidas, fue consciente al fin. Su alma, ese pequeño duendecillo que mantiene vivo, nunca se había permitido amar, pues el cliché del desamor estaba más presente, viciado por lo prejuicioso de las mentes conservadoras de su ciudad natal. Abrió otras puertas. Las grandes ciudades ofrecen todo lo que las pequeñas, en inconmensurables proporciones más un sinfín de nuevas opciones, hasta para el amor, el mismo que su alma no vivió aún, el mismo enemigo de cliché prejuicioso. Amor pasajero, mentiroso, erótico y real, aunque este último haya sido el más escaso. Siguió buscando, como se lo habían dicho los que saben, pero con la consciencia de su realidad. Disintió. 

Se aventuró, creyó, se arriesgó más. Se cruzó con diferentes universos que siempre tuvieron algo que ofrecer, si bien no lo que él buscaba, siempre pudieron dejar algo que aprender, algo que agradecer, algo por lo que sonreír. Todo siempre va sumando a lo que se puede llamar experiencia, ese nombre estilizado de todo lo que nos arruga la cara a punta de emociones.
Entonces llegó. Un primer encuentro cargado de orgullo, ese que con el que no se le permite al otro percibir lo que se piensa/siente. No se hablaron, sólo se miraron. –Horas, días, semanas. – Se encontraron nuevamente. Una invitación de amistad en una red social. Aceptó. Aceptó la invitación y se sintió halagado. Empezó el descubrimiento de un maravilloso universo, encontró un considerable número de cosas para admirar, algo que no había visto antes, empezaba entonces a conocer la grandeza del mar. Cosas en común, emociones en común. Hablaron. Un par de veces con intención de hacerlo, la última por error. No sabía lo que vendría, un vasto espacio oscuro a ser explorado, pasos cargados de duda y la certeza de lo que se quería. Todo el peso de experiencias pasadas vino a recordarle por qué había estado tan cerrado, pero se dio cuenta que no era el único. Se vieron. Compartir gustos, vivencias y actos, se volvió recurrente. Palabras cargadas de sinceridad se hicieron luz y con ellas llegaron las certezas, el cliché amoroso se adueñó de la atmósfera. Magia.
Un faro llegó para alumbrar el camino, navegan sobre una barca que han venido construyendo, que cada vez tiene más forma y que no los deja hundir. Se tienen el uno al otro y entre tanto, tienen certezas. Certezas de que ya no tienen que hablar en singular, de que pueden conjugarse en la primera persona del plural sin tener miedo, de que todo es cierto. Saberse queridos ha sido el maravilloso regalo que reciben, descubrirse, poder amarse. 

Adelante está el largo camino y van de la mano. Se viven y se reafirman mutuamente para decirse “Somos Luz”.

miércoles, 25 de mayo de 2016

Azúcar.



No he sido muy fanático de los cantantes. Me gusta la música, y con ella un gran puñado de canciones, nunca álbumes completos de un solo artista.

Tenía cinco años y fui a un concierto. Fue, sin exagerar, el único concierto que he disfrutado hasta ahora. Mi mamá trabajaba en Seguros Bolívar, lo recuerdo como si fuera ayer, y con los compañeros de la oficina iban a ir al concierto comentado; era un concierto de varios artistas, no tenía un cantante principal con teloneros y eso, sino que era como de esos conciertos que hacen en la plaza de Bolívar de la Feria de Manizales; canta uno un ratico, luego otro y otro y así.



En mi casa había un equipo de sonido con todas las unidades, incluido el reproductor de LP, vivíamos en un pequeño apartamento del barrio Villa Pilar de Manizales, el piso era de baldosas color granate con betas blancas, era un piso que se enceraba y con ello era liso, se dejaba bailar con facilidad. En ese tiempo ya existían los CDs, era una cosa cara que todavía no se pirateaba. La revista Cromos sacaba ediciones especiales con algo más que la revista, y mi papá tenía suscripción o algo que llegó a hacer colección de CDs con música de varios artistas reconocidos de su época. Boleros, salsa, son cubano, Rancheras, era buena música. Había un disco de estos en especial que no sé en qué momento captó mi atención, me aprendí todas las canciones allí contenidas y además me las bailaba todas; daba conciertos de sábado por la tarde en la sala de mi casa. Los muebles eran beige con rayas rosadas, buscaba el más cercano al equipo de sonido y ponía el CD comentado. El Yerbero Moderno, Pa’ La Paloma, Burundanga, Bajo la Luna, Sopita en Botella y otros títulos que se me escapan ahora. El sentimiento era tal que me volví famoso en la familia, con mis tíos y primos, para hacer presentaciones de esas canciones en las reuniones familiares.

Salsa, bolero y son cubano, todos endulzados con azúcar, azúcar puro y cargado de revolución, tristeza y años de mucha música. Azúcar que prometió salir al mundo a llenar los hogares latinos y de otras latitudes, azúcar mencionado en cada canción, la frase que prendía a la orquesta y al público, la frase de la negrita guarachera que amé tanto en esas doce canciones.



El concierto era en la Plaza de Toros de Manizales, mi mamá me compró una entrada e íbamos, como dije, con compañeros de su trabajo: La Yulis, Nenita, Julio, María E y otros, sin duda. Me acuerdo que llevaba puesto un jean oscuro y una camisa a cuadros azules y blancos; mi mamá estaba pendiente de mí, estábamos en la arena, yo no alcanzaba a ver el escenario pero sí escuchaba todo muy bien. Varios artistas pasaron antes de salir mi artista favorita, canciones que no me importaban en lo absoluto, sin quitarles mérito y el gusto de la otra cantidad de espectadores que sí estaban ahí por ellos.




¡AZÚCAAAAAR! Y empezó todo. Esto fue hace veinte años, poco recuerdo la noche, solo unos detalles antes comentados, el vestido brillante de Celia (que la vi mientras me alzaron un rato) y las miradas de la gente al verme bailar y cantar a grito herido las canciones de Celia. Como dije empezando, es el único concierto que he disfrutado a pesar de recordar tan poco, esperando que vengan unos más.

Hasta hoy solo hay una cantante que ha logrado lo que Celia en un CD: cautivar mi entera atención y hacerme aprender todas las canciones; Margarita Rosa de Francisco y su Bailarina. A ese concierto iría encantado y me lo gozaría tanto o quizás más que el de hace dos décadas.




Azúcar por los buenos momentos vividos, los que faltan y los no tan buenos. Azúcar.