En tardes soleadas empecé a entenderlo. Siempre
había una diferencia notoria entre ellos y yo. En otras épocas en las que el
bullying no era conocido como tal y al final no importaba tanto o, mejor, no se
le daba tanta importancia, escuchaba comentarios necios, repetidos, clichés. Una
vez llegaron a decirme mona peliteñida (en el colegio), creo que todavía me
odian por hacerlos citar a rectoría con anotación en el observador y una
amonestación escrita.
Era como un mosco en leche, pero invirtiendo
los colores. Regalos de la vida que hoy se verifican con la fácil recordación
que la gente me tiene. Es curioso, todos recuerdan mi nombre, al parecer soy
una versión perfecta de la acción de relacionar personas o situaciones con
objetos para no olvidar algo, en este caso un nombre con algún color; las
características cromáticas en mi caso son ventaja y desventaja a la vez, es fácil
encontrarme entre una multitud y para identificarme por teléfono solo tengo que
decir mi nombre seguido de la palara mágica (muy utilizada por nosotros) que
define en cuatro letras mi fenotipo; el sol no es mi enemigo pero necesito una
barrera para apaciguarlo, aunque me beneficia en muchos aspectos debo tenerlo
vigilado, mi última prenda de vestir es una buena capa de bloqueador solar.
Los paseos de finca no eran tan chéveres; como
todo niño cansón odiaba sobremanera tener que usar bloqueador y esperar por lo
menos media hora a que se absorbiera, lo único que quería era entrar a la
piscina y ya. No ser fiel a esos tiempos me dejó ampollas en repetidas
ocasiones, hombros, orejas, nariz y pecho; ampollas cada vez menores, con los
años, que me hicieron entender la gravedad del asunto; al final resultaba uno
en la piscina, con bloqueador y además una camiseta preferiblemente blanca.
Toda esa exigencia natural por poca melanina me hizo cogerle pereza a las
piscinas y a todo lo que suponía una exposición total o parcial de mi espalda y
pecho, prefería quedarme en cama, leer o jugar billar si se contaba con una
mesa; era de los que se meten a la piscina después de las cinco de la tarde, cuando
todos ya se van a salir; casi siempre me perdí los planes de waterpolo porque
el mínimo contacto con alguien era un peligro, yo sé que en el tarro del
bloqueador dice “water resistant” o “waterproof”, pero eso funciona mientras a
uno no le pongan las manos encima estando en el agua, un medio roce en el
hombro supone una quemadura dispareja, pero una quemadura al fin y al cabo.
Hasta hace unos ocho años no acostumbraba usar
bloqueador en el diario vivir, este estaba como relegado a los planes de finca
y piscina, hasta que vi a un joven mayor que yo pero igual de blanco (creo) y
con la piel rojiza, fea. Reflexioné, caí en cuenta que seguramente me veía
igual, lo comprobé en fotos y espejos y fue como volver a nacer (jajajajajaja
bueno, no).
Empecé a cuidarme la piel, más que por verse
uno bonito, por la realidad de ahora, una implacable: Cáncer. Ya también por
eso empezaron a hacerme bullying. Verán, hay bloqueadores que tienen un olor
particular que la gente siempre relaciona con una piscina y creo que por muchos
años usé uno bien perfumado a eso; de diez personas que veía, nueve comentaban
sobre el olor a piscina (Y uno con ese gusto tan grande por las piscinas).
Finalmente, como todo, cambié de bloqueador y pues hasta mejor, el de ahora no
deja nada que comentar. Como dije antes, es mi última prenda de vestir.
Con todo esto concluyo que, si por alguna razón
tienen la oportunidad de besarme el cuello, no se vayan a quejar del sabor a
bloqueador solar.
Nani! Parece que somos cortados con la misma tijera... Y dorados en el horno materno el mismo poco tiempo...
ResponderEliminarAntes sufria mucho con mi color... Ahora me encantaaa y aqui me siento como mantequilla en arepa.
Los moscos en la leche estan alla. Jijijiji