Hace unos días estábamos hablando, por texto,
mejor digo que estábamos escribiendo. Siempre me interesó bastante, pero más
ahora que se ve mayor, ya está grande. Escribí un hola y mencioné el hecho de
haber querido saludar, me reclamó por no haber saludado cuando nos encontramos
de frente; mi excusa fue que soy muy despistado cuando voy por la calle.
Mentira. No saludé porque me intimida, porque su mirada es fuerte y arrolladora,
porque no sé si pueda gustarle, porque soy cobarde.
Uno se encuentra con esas miradas que lo dejan
lleno de preguntas y convencido de querer encontrar sus respuestas. Pedí ir a
tomar un café y su respuesta fue: No, muchas gracias.
Bueno, dentro de mi desesperación fui algo
grosero y creo poder entender el porqué de su respuesta.
Quiero que me acepte la invitación.
Ya no soy capaz de escribirle, se vuelve uno
temeroso a repetir un rechazo.
El temor al rechazo ... Normal. El quedarse sin intentarlo ... Arriesgarse a perder la oportunidad de su vida ...
ResponderEliminarTanta razón, joven, tanta razón. Gracias por comentarlo.
Eliminar