miércoles, 17 de septiembre de 2014

El Escenario



Estuve en una obra de teatro.




─ El Viernes 7 de Mayo de 2010 (si la memoria tiene razón) se finalizaban las sesiones de las clases de teatro del grupo de la Universidad donde estudio; yo me metí a esas clases, con mi mejor amiga, por recomendación de unos amigos que hoy día son arquitectos; la verdad nunca consideré el teatro como una actividad que quisiera realizar y nunca se me pasó por la mente hasta el mes  de enero o febrero, de ese año, en que empezaron las sesiones. Finalizando pues, recibí una invitación especial, ser parte de un grupo GRUPO de teatro.─




La obra se llamaba “Cita a Ciegas” y me despertó sentimientos antes explorados pero que andaban dormidos, pasiones por algo que no había sentido y a las ganas de llorar que me dieron no les encontré explicación; de pronto eran por toda esa emoción despertada o por el susto que me generó sentir todo eso (todo ese drama pasó después de salir de la obra, cuando ya iba para mi casa). Estábamos en Festival Internacional de Teatro de Manizales y las boletas me las gané por responder una pregunta de un medio radial nuevo en la ciudad (sinceramente no pagaría por una boleta del FITM), a quien agradezco grandemente en cabeza de quien me las entregó. La obra, llena de matices y a la vez parca, me cautivó, me llevó a entender varias cosas, entró en mí y me hizo hablarme a mí mismo, encontrando razones para explicar los porqués de mi ausencia como ser.

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─El arte es algo que nunca debe estar ausente, en cualquiera que sea su foco y su representación.─




¡ACCIÓN!




Dejé el grupo de teatro, siento aceptar que soy de las personas que no pueden tener dos responsabilidades grandes porque se inclinan por la que más les gusta. La Universidad y el Teatro, grandes captadores de atención y pasión; tuve que cambiar la Y por una O ─> La Universidad O el Teatro. Miento, era la Universidad o la Universidad. Todo se hace por un “bien”.



Esta obra me hizo sentir ese sustico que solo se puede sentir antes de pisar el escenario, antes de sentirse desnudo ante cualquier cantidad de ojos sobre uno, lindos espectadores que permiten la triada teatral; me hizo ver que no hay mejor cosa que sentirse vivo en escena encarnando otras vidas, otros perfiles, otras realidades, saliendo de sí; me hizo sentir que no se puede estar un minuto desconcentrado y que es un regocijo conocer el texto, la pasión por la construcción del personaje y los porqués de su existencia, el estar presto a sorprenderse, porque puede que aunque se haya ensayado mil veces la obra, siempre será un nuevo “contar la historia”; entender la intensión del autor y qué es lo que quiere contar, reflexionar, criticar, enaltecer o denigrar, entender que eso es sagrado y que el personaje vive para ello, vive para sacudir las monótonas mentes de quienes son tan cotidianos, para encarnar lo que muchos no pueden.




─No necesito una droga para alucinar─




Quiero alucinar toda mi vida. La magia teatral no puede ser descrita de otra manera. ¡Juguemos! Siempre será un gran juego en el que cambiemos de roles y hagamos reír, llorar, sentir, vivir, experimentar, soñar…

Agradezco a la vida por haberme permitido conocer el teatro, su magia, su colorido, su fachada y sus más íntimos relatos; agradezco el conocer a quienes viven por él y el poder tenerlos a mi lado.



Hoy, entiendo que debo volver a sentir ese sustico que sólo se puede sentir antes de pisar el escenario…



¡CORTE!


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